Maritza la Fugitiva
Cierre de El quinteto de la frágil memoria[1]
Jorge Eliécer Pardo
Como en todas las fiestas en las salas de nuestras casas, doy la
bienvenida a mis amigos, lectores, familiares, escritores, críticos literarios,
traductores, dramaturgos, pintores, cantautores, fotógrafos y editores de
Colombia, Estados Unidos, Francia, Alemania y Portugal. Hermosa
tarde para mis libros en el cierre de mi Quinteto
de la frágil memoria. Me doy
cuenta, por su temática y estilo, de que no he escrito varias novelas sino una,
fragmentada en ocho. Si, ocho, porque las tres primeras se unen al agasajo de
esta tarde: El jardín de las Wiesmann,
Irene y Seis hombres una mujer.
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Las ocho novelas de Jorge Eliécer Pardo. 2019. |
Si hubiera entendido en los años de mi adolescencia —cuando decidí escribir cuentos— que el tema obligatorio de la muerte me perseguiría, no habría escogido este oficio. Del pequeño micromundo de mi infancia, en El Líbano, Tolima, pasé por Ibagué y Bogotá; en los periplos que nos ofrece la vida he narrado la provincia, lo regional, para llegar a la metrópoli. Relatar la ciudad es un acto de exorcismo recóndito. Novelar la ciudad es conocer su historia desde la historia de cada uno.
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Escribiendo El Jardín de las Weismann, 1970, en Ibagué. |
Jamás olvidé lo social sin caer
en la literatura partidista ni mucho menos de ideologías. Y la literatura tiene
ese compromiso, sin adoctrinamientos ni discursos; es necesario el texto
estético que además de la muerte también cuente los sueños y las esperanzas.
Vanas muertes porque el hombre nuevo no ha llegado y pasarán décadas para el
milagro. Así, para sobrevivir la guerra, sembremos sensibilidad para la vida.
Los que creímos en la utopía
del socialismo, los herederos de los sesenta, los hijos del rock and roll, el
psicoanálisis, el surrealismo, la liberación femenina, el amor libre, el cine
de autor, la gran literatura Latinoamericana, el mayo del 68, estábamos
subsumidos en el falso poder de la burocracia y la mala política. Una
generación completa que manejó pequeños podercitos del panal estatal. Se nos
quitó la esperanza y, cuando han pasado tantas páginas, nos damos cuenta de que
la muerte es la verdad de esos esfuerzos.
Dejé de publicar durante veinte
años, de 1992 al 2012, para jugarme la vida de mis equivocaciones y aciertos
con un libro que podría ser un gran fracaso: la vida de los colombianos a
través de una saga familiar, desde el lejano instante en el que José María Melo
se tomó el poder en nombre de los artesanos, hasta el momento en que los
aviones se estrellan contra las Torres Gemelas y El Pentágono. Jamás había
aceptado de mi otro yo, como diría Borges, ese compromiso. No tendría temor de
decir mi verdad sobre la manera como nos han malformado para la muerte. Fui de
la mano de Germán Guzmán Campos, que una noche me entregó no solo documentos
inéditos de su esclarecedor libro sobre la violencia en Colombia, sino su exigencia
de hacer la novela; me dijo —como maestro que siempre fue— que debía escribirlo
desde el amor, con ese jardín que cultivé en El Líbano, que lo hiciera con
honestidad, disciplina y esfuerzo y estoy aquí para decirles que lo he
culminado, es El quinteto de la frágil
memoria.
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Con Germán Guzmán Campos, Bogotá, 1982 |
Fueron veinte años en los que
Elsa, mi mujer, y yo, recorrimos la nueva historia de Colombia; tantas noches
de insomnio, poblado por los personajes que empezaban a dictarme el libro.
Cuando me di cuenta, la novela tenía dos mil páginas. Imposible editorialmente.
No me desanimé, reescribí y dividí ese magma en cinco libros autónomos que
fueron apareciendo desde 2012 en Cangrejo Editores, Pijao Editores y Caza de
libros.
El pianista que llegó de
Hamburgo
El primero, El
pianista que llegó de Hamburgo, una sinfonía inconclusa. El escritor no
busca las historias, ellas encuentran a sus autores.
Con Víctor Hugo Cangrejo en la entrega del primer ejemplar. Bogotá, 2012 |
En un viaje a Alemania, no incluía Hamburgo, pero el azar me llevó allí, a la casa de Brahms, navegando por el Elba con un músico que me contó la historia de su abuelo que siempre soñó con vivir en América. Lo demás fueron los sueños y el Concierto Número Uno para piano de Brahms. Lenguaje donde la poética se mezcla para los silencios. Creo que es una novela de silencios, como los tiene la música para existir, como lo tiene el amor para existir. Tenía claro que la Historia con mayúsculas debía ser controlada, no por el autor sino por el protagonista. Hendrik, mi pianista, es un personaje prestado de la música, como sacado de un pentagrama donde las líneas son las cuerdas que aprietan y torturan. Creo que vino por el camino de las sombras y el dolor, el mismo que posiblemente recorrieron sus coterráneas, las Weismann, que florecieron y se marchitaron en mi Jardín, huyendo de la guerra. Hitler lo hace abandonar su patria pero jamás dejará de martirizarlo.
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Exposición Expedición al olvido. Curadora: Elsa Castañeda. Encuentro de colombianistas norteamericanos, Ibagué, 2019. Matilde el personaje. |
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Matilde el personaje |
Con el actor colombiano Sebastián Ospina preparando la adaptación de El pianista para teatro. Bogotá. 2012. |
La baronesa del circo Atayde
La segunda novela, La baronesa del circo Atayde. Carlos Hernán Sánchez, periodista de
la SBS de Melbourne, Australia, me preguntó: ¿Por qué el circo?, nostalgia de los tiempos idos, de las maravillosas
carpas del Atayde, Egred, Royal Dumbar, ¿Por qué aparece ese circo y esa mezcla
ficción, realidad e historia?
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Exposición Expedición al olvido. Curadora: Elsa Castañeda. Encuentro de colombianistas norteamericanos, Ibagué, 2019 |
Le respondí que por dos hechos
fundamentales, primero de tipo familiar, mi abuela trabajó en el circo Atayde y
este vestigio alimentó e hiperbolizó la crónica familiar y, segundo, he tenido
siempre un gusto estético por el circo; de niño mi madre nos llevaba a la carpa
y tuve por el espectáculo un sentimiento muy profundo, por la belleza, el
riesgo, la escenificación, la música, el humor, las luces; considero que el
teatro resume casi todas las manifestaciones del arte producidas por el ser
humano, danza, canto, poesía, magia, prestidigitación, hombres que vuelan,
mujeres que desaparecen, hay una transmutación muy grande de la vida en el
circo, esto y mucho más hizo que escribiera La
baronesa de circo Atayde. De niños, mis hermanos y hermanas y yo (somos diez hijos) tuvimos un circo en
el patio de la casa en el barrio Tres esquinas de El Líbano. Zurciendo mi
novela grande, de la saga familiar, me encontré con la penetrante mirada de
ella, mi abuela, que como María Rebeca, el personaje de este texto, desapareció
de un momento a otro de la historia de la vida de mi familia. Con acierto, mi hermano
escritor y crítico, Carlos Orlando Pardo, afirma que La baronesa, María Rebeca,
es la personificación de la mujer libertaria, como María Cano, con quien
deambula, sin pasado, sin futuro, como un presente de lealtad mientras la
tragedia, el fuego y el abandono, cubre su vida. En La Baronesa del circo Atayde se vive la sociedad del siglo XIX y XX
y el nacimiento de la modernidad de la capital colombiana. Saúl Aguirre,
artesano que participa en el levantamiento y golpe militar del general José
María Melo, confinado en Panamá e integrante de masones y conspiradores, vive
el advenimiento de una ciudad pastoril a la Bogotá de la mitad del siglo
pasado. Su hijo, Carlos Arturo, artesano de la madera y, María Rebeca Pérez,
contorsionista y trapecista del circo Atayde, viven una apasionante y triste
historia de amor.
En La baronesa del
Circo Atayde, María Rebeca, artista del aire, renace todas las noches desde
el baúl de madera y cristal, en medio del círculo de arena, para trepar por
hilos invisibles y convertirse en mujer voladora e inalcanzable, número central
del circo mexicano de los hermanos Atayde. Recorre el mundo convencida de que
el amor no existe hasta su encuentro, en la Bogotá de los años 20 del siglo
pasado, con Carlos Arturo, conspirador, que le devuelve la ilusión de la
felicidad atrapada en la talla en nogal que moldea para cumplir su destino y
soledad. Personajes testigos del fusilamiento de Raymundo Russi, la que
llamaron dictadura del general José María Melo, las luchas fracasadas de Rafael
Uribe Uribe y la Guerra de los Mil Días, las andanzas de María Cano, la muerte
de Jorge Eliécer Gaitán y la toma del poder de Gustavo Rojas Pinilla. Historias
que protagonizan el advenimiento de la sociedad moderna colombiana entre
telones de guerras civiles y argucias por el poder. Novela que relata
acontecimientos históricos desde la cotidianidad de seres anónimos en medio de
los avatares de un país en conflicto social y político. Carlos Arturo y María
Rebeca, libertaria y sin pasado, comparten, un erótico, apasionante y
legendario romance.
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Ensayo de la presentación de la novela con la actriz y cirquera Paola Martínez |
Trashumantes de la guerra
perdida
En la tercera novela, Trashumantes de la guerra perdida, se vive el desplazamiento de la
familia Guzmán por las montañas de la Cordillera de los Andes huyendo de la
confrontación entre liberales y conservadores. La guerra del café y las
desapariciones forzadas los hace parias y fantasmas en la construcción de la
modernidad colombiana. Padecen la represión de las tropas oficiales y son
testigos de la conformación de las autodefensas liberales que originaron las
guerrillas modernas.
Hay en Trashumantes de la guerra perdida mujeres de la guerra, viudas y eternas enamoradas, costureras de mortajas y lutos que en cada puntada hilvanan la esperanza. Es, a mi parecer, la novela más política de todas, El Líbano está en muchas de sus páginas, la significación de la colonización antioqueña del siglo diecinueve y veinte y la llamada Guerra de Laureano Gómez, o la Violencia, con sus chusmeros y pájaros.
Desquite y Sangrenegra y sus fechorías y el contubernio con los políticos, la
dictadura de Rojas y los gobiernos conservadores que dejaron más de trescientos
mil muertos y millares de trashumantes de la guerra perdida. Allí estoy yo, de
la mano de mi hermano por las calles de Bogotá en una de esas trashumancias en
un capítulo que me costó desgarramientos y viejas deudas Los niños peligrosos por ser del Tolima y venir de la zona de
guerra, por ser pájaros y guerrilleros.
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Exposición Expedición al olvido. Curadora: Elsa Castañeda. Encuentro de colombianistas norteamericanos, Ibagué, 2019 |
Hay en Trashumantes de la guerra perdida mujeres de la guerra, viudas y eternas enamoradas, costureras de mortajas y lutos que en cada puntada hilvanan la esperanza. Es, a mi parecer, la novela más política de todas, El Líbano está en muchas de sus páginas, la significación de la colonización antioqueña del siglo diecinueve y veinte y la llamada Guerra de Laureano Gómez, o la Violencia, con sus chusmeros y pájaros.
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"Desquite" |
La última tarde del caudillo
En La última
tarde del caudillo dos hermanas adolescentes deambulan por las calles de la
Bogotá incendiada y saqueada en la revuelta del 9 de abril de 1948 en busca de
su padre, artesano masón. En un fluir de conciencia Matilde Aguirre cuenta a su
hijo Federico los acontecimientos aciagos del comienzo de la violencia
partidista en Colombia a través de los diarios manuscritos de su papá.
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En esta banca del Parque Nacional Enrique Olaya Herrera de Bogotá, Matilde cuenta a su hijo Federico lo que vivió el 9 de abril de 1948. |
En La última tarde del caudillo aparecen historias entrecruzadas donde
el amor y la muerte, el desasosiego y el fracaso, proyectan hechos y emociones
de mediados del siglo veinte vigentes en el presente. No se trata una biografía
de Jorge Eliécer Gaitán, a pesar de que el inmolado es el sustento de la novela,
en ella, a manera de vasos comunicantes, se muestra una sociedad y una ciudad
que crece bajos las consecuencias de El
Bogotazo. Esta historia desataría para muchos la guerra bipartidista que
dejó centenares de muertos y desplazados, víctimas e historias que poco han
cambiado desde el siglo pasado. La novela transcurre, en uno de sus muchos
planos narrativos, en la voz de Matilde, joven madre que cuenta a su hijo cómo
salió a las calles de Bogotá, junto a su hermana, en busca de su padre, la
tarde del magnicidio. Sentados en el Parque Nacional Enrique Olaya Herrera, la
narración se vuelve silencio, en los monólogos interiores que la madre no puede
relatar a Federico, su hijo, porque en ellos habita la figura de su amante, su
profesor de música, el pianista que llegó de Hamburgo.
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Jorge Eliécer Gaitán, el líder liberal asesinado en Bogotá el 9 de abril de 1948. El Bogotazo. |
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Juan Roa Sierra, el presunto asesino de Gaitán |
Por La última tarde del caudillo ejércitos de ratas devoran los cadáveres descompuestos del 9 de abril
de 1948, y Matilde, esa extraña protagonista que habita todas las novelas de El quinteto, susurra que vamos, como
ella, caminando por las calles poco concurridas, hacia el Teatro Faenza, y
también que no somos apariciones ni personajes de película, sino presencias
atormentadas por vivir un tiempo equivocado, en un mundo de “elaborada y
escandalosa mentira”, llamado literatura.
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Exposición Expedición al olvido. Curadora: Elsa Castañeda. Encuentro de colombianistas norteamericanos, Ibagué, 2019 |
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Elenco para la presentación de la novela en el Gimnasio Moderno: Lucy Martínez, Marialeón, Alfonso Guaneme. Bogotá, 2018 |
Barrio La Merced de Bogotá donde viven Matilde y su hijo Federico. Al lado del Parque Nacional. |
Maritza, la Fugitiva
En Maritza, la
Fugitiva, Federico Bernal y Maritza Guzmán sufren la sociedad colombiana
del finales del siglo veinte y comienzo del diecinueve. En 1978 el poeta Jorge
Luis Borges visita Bogotá y el azar une a la pareja que confrontará no solo sus
vidas pasadas sino la fuerza de los conflictos sociales y políticos de los que
son parte. Las guerrillas urbanas, el narcoterrorismo, el miedo y el
encarcelamiento de los ciudadanos en sus propias casas así como el idealismo y
la ruptura de las últimas utopías, constituyen los entornos de una historia de
guerras sin resolver. Transcurre entre los años 1978 y 2001, hasta la fecha
exacta en que se produce, en Nueva York, el atentado a las Torres Gemelas.
Federico Bernal, carga sobre su espalda no solo esa ciudad en la que nace,
recién destruida por los aconteceres del 9 de abril, sino la sangre memoriosa
que pareciera el caudal de la tragedia y el origen de todos sus males gracias a
un pasado tormentoso.
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Los diarios secretos de Maritza |
Maritza Guzmán, la antagonista,
encarna, sin lugar a la duda, la travesía vital de todas aquellas mujeres cuya
existencia y juventud parte de la década del 70 del siglo pasado. Representa
ese sector de clase media que llega a la universidad y al conocimiento de ideas
y autores, envolviéndose en su mundo que juega a la intelectualidad, el
existencialismo y la revolución, convencidas de estar realizando la mejor y más
valerosa apuesta de sus vidas. Seguramente para algunos será la derrota, para
otros la independencia, así sea para morirse de hambre, de aislamiento y fuga o
en una travesía aventurera. Simboliza el mito de unas creencias que se
desvanecieron y por las que se jugaron la vida una buena parte de jóvenes
formados en las lides de la revolución y en la creencia de los cambios para un
país nadando bajo los engaños y la represión. Traiciones y muertes,
equivocaciones sin reversa, van ofreciendo el panorama del dolor y la violencia
entre torturas y desapariciones. Maritza Guzmán tiene un pasado lleno de
pequeños héroes de la cotidianidad, de familiares que se mecen entre la
prostitución, las armas, el desplazamiento forzado, la rebeldía y el libre
pensamiento, la lucha por sobrevivir, la guerra y la guerrilla, el amor y el
olvido.
Federico Bernal, en su pugilato
con Maritza sobre el amor, el sexo, la literatura y la revolución, encara temas
de la cultura tan cercanos a mi como autor: La guerrilla del M19, la toma de el
Palacio de Justicia, la tragedia de Armero y la poesía hecha por mujeres, al
igual que la discusión en torno al nadaísmo.
Uno de los nadaístas aludidos en la novela: Jotamario Arbeláez. Con Jorge Eliécer Pardo, en Bogotá, 2013. Punto de Convergencia, presentación de Los velos de la memoria. |
Terminé Maritza la Fugitiva (la más extensa, 630 páginas en la edición de
Cangrejo Editores) y advertí que estaba poseído. Llevaba muchos años sin que
eso me ocurriera y temí que la sensación final de desasosiego y derrota, la
angustia misma del personaje pegándoseme en la ropa y en la piel, me llevara a
espantarla como si estuviera ardiéndome en el fuego de su soledad y sus eternos
temores. Muchas veces quise huir de la novela pero el abismo me llamaba y mucho
más las razones por las cuales me encontraba así. Entonces no era difícil, tras
cruzar ese túnel, entender que no hay efecto sin causa. Combates cuerpo a texto
para lograr crear la manera de descubrir y develar el pequeño universo caótico
de las interioridades del protagonista. Nada más trágico que la cobardía y nada
más triste que ser testigos de una caída camusiana
donde la esperanza no es posible sino en las telarañas del ensueño y las de una
pesadilla interminable. Busqué mostrar la metamorfosis de la ciudad de Bogotá y
la del país. Poco a poco, como en un estriptis doloroso, se van despellejando
sus calles y lugares para dejar al descubierto su verdadero rostro, el que existe
detrás de las máscaras y las amables versiones oficiales y turísticas. Aquí
está la Bogotá de ayer y la de hoy retratada de cuerpo entero como otra gran
protagonista de la novela. Pero no es tanto su geografía urbana sino su
cartografía humana y sus mentalidades. Nada se traiciona y todo sobrevive. Es
por allí donde transcurren parte de los periplos de los personajes, inclusive
con relación a casos paradigmáticos de América Latina, pero ante todo es el
lugar donde caminan y sueñan y luchan y esperan gentes que son el retrato de
unas vidas como las nuestras o la de nuestros padres y abuelos sometidos
siempre a la violencia y a los caprichos y azares del poder y/o el amor.
Si bien existe un hilo
conductor, la relación de Federico Bernal y Maritza Guzmán, personajes
contemporáneos, imbrica la saga que los precede o con la que conviven física y
mentalmente, que van y vienen de un libro a otro, dentro de un escenario, un
tiempo, una atmósfera. Lo lejano aparece cerca y lo cercano pareciera lejos. Es
la magia que se teje con el tiempo y una especie de Aleph en relación con el espacio. Poco más de un siglo transcurre
en el corto tiempo de días y escasas noches que un hombre gasta en encender y
apagar su televisor, en evocar y añorar, sufrir y amar, como si la vida se nos
presentara así antes de morir o enloquecer. El amor y la política dos
recurrentes elementos que puede hallar el lector en la novela. Son dos
sentimientos complementarios pues han alimentado estos años en los que, dormido
y despierto, me he enfrentado con la literatura: el amor en la política. La
política en el amor. El amor por la política. La política contra el amor. Las
dos caras o las múltiples del mismo binomio son producto de mi conciencia,
convivencia y acercamiento con la política. Política y amor. Las dos, enemigas
del sentimentalismo y la politiquería.
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El autor con Elsa Castañeda en el ritual de la última lectura. Cartagena, 2018 |
De ahí en adelante Maritza la Fugitiva iría adquiriendo esa
vida que no se roba sino que es propia, como la nuestra, la del escritor y la
del lector. Crecía tanto y tan rápido que me obsesionaba creyendo que yo era
Federico Bernal, que se acostaba al lado de mi mujer y que yo tan solo era su
amanuense o —quizá— su habitual camarógrafo. Pero aprendimos a convivir, sobre
todo en los últimos cinco años de amantazgo total. Dejó de dictarme sus dolores
en el sueño y esperaba que me sentara frente a mi Mac para retomar el hilo.
Creció tanto que un amigo escritor, en tertulia de café, me dijo que ya no era
un personaje normal sino un fofo ser a punto de llevarme a urgencias. Me
satisfizo el comentario saboreando el expreso pero al llegar a casa, Federico
me cobró la complicidad. No era un fofo personaje por lo largo de sus
disquisiciones, sino un delgado ser humano entre la muchedumbre que eludía. Así
creció y crecieron sus ramas, las pocas de su árbol talado, como él mismo dice.
Claro que conocí a un Federico, y me tropecé con muchos de ellos. El Federico
amigo no tenía tantas contradicciones, pero el Federico Hijo, sí. El Federico
amigo no era coleccionista de joyas pero sí de obras de arte, de pequeños
formatos que compraba a principiantes, algunos vueltos maestros. Federico
amigo, no era rico pero sí con dinero, tenía gustos por la música clásica y
vivió y viajó por Europa, muchas veces. Federico Hijo no salió nunca de
Colombia, vivió en una enorme casa del barrio La Merced y, en su calidad de
hijo único, cargó y descargó en mi libro todos sus traumas de niñez y
adolescencia. Federico Pardo, trató, y algunas veces lo logró, introducir en él
algunos de sus criterios sobre el mundo pero la mayor parte de ellos fueron
impuestos por Federico Hijo. No creyó en el amor pero vivió enamorado de una
sola mujer. Jamás lo aceptó porque, condescender, era permitirse un dolor más
consciente. Su final se debate entre la locura del amor y la locura de su
tiempo. Algunas veces consideré que era un usurero de todo pero luego me
explicó que no era más que producto de su soledad y miedo, un hombre perdido en
la incertidumbre que después Elsa me explicaría como el caos del vacío; lo
efímero, el hueco negro de la posmodernidad, el ahogo de la sociedad líquida. Maritza,
en cambio, se despedazaba en múltiples amigas. Militantes revolucionarias,
creyentes de la lucha armada como única posibilidad de cambio en los años
ochenta, poetas y teatreras. La vi en tantas mujeres metamorfoseadas en esas
traslúcidas vegetarianas, pregoneras de la Nueva Era, la utopía ecológica, las
sabidurías ancestrales, las prácticas orientales y el desencanto de la
izquierda.
Con Víctor Hugo Cangrejo en la entrega del primer ejemplar. Bogotá, 2019 |
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Exposición Expedición al olvido. Curadora: Elsa Castañeda.
Encuentro de colombianistas norteamericanos, Ibagué, 2019
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Ahora en esta tarde
maravillosa, con ustedes como cómplices, cierro los ojos
y pasa la película. Espero que los detalles fundamentales lleguen y mi fluir de
consciencia no deje huecos iluminados en el viaje que acompaña la bella gracia
de vivir. Ahí está mi madre leyendo en voz alta los cuentos de Las Mil y una noche, recitando a
“Garrick actor de la Inglaterra”, cantando un bolero y estimulando siempre mi
vida como ser humano de bien y como escritor. Y mi hermano Carlos Orlando que
me conduce de la mano y me entrega los primeros libros para navegar, hasta
ahora, por los laberintos fascinantes de otros que determinaron los míos. Mi
hermano escritor, con el que veré el último atardecer en un paisaje iluminado.
Veo a mi familia en el ritual de las navidades dando gritos de alegría, hijos,
nietos, sobrinos y la música, el teatro y el amor.
Gloria Inés de Pardo con el autor. Ibagué 2018 |
Todos tenemos derecho a la
poesía, al amor, a la relativa felicidad. Todos somos una parte de Dante
Alighieri y, como él, merecemos una inspiradora musa, amante, novia, esposa,
compañera. Este tiempo que nos tocó también tiene nueve círculos que el poeta
italiano nos dibujó en la bitácora de la existencia. Una noche la encontré
entre los versos:
“El sacristán ha visto
Hacerse viejo al cura
El cura ha visto al cabo
Y el cabo al sacristán
Y mi pueblo después
Vio morir a los tres
Y me pregunto por qué nace gente
Si nacer o morir es indiferente…”.
Hacerse viejo al cura
El cura ha visto al cabo
Y el cabo al sacristán
Y mi pueblo después
Vio morir a los tres
Y me pregunto por qué nace gente
Si nacer o morir es indiferente…”.
En esos versos y en los que
vendrían, en la voz de Joan Manuel Serrat, estaba ella: mi musa, guardiana,
ángel protector, de esos ángeles sin alas pero que vuela libre en mi espacio
desde hace más de treinta y siete años. Hoy está aquí, con ese halo sagrado que
nadie ve, entre la bruma iluminada de la trasparencia. Elsa, como mi madre, en
sus tiempos y espacios, representan a las mujeres con voz propia, autonomía,
independencia. No son ni fueron media naranja de nadie, fueron, son y serán,
naranjas completas para el amor y la vida. Las dos tienen su cuarto propio, al
decir de Virginia Woolf. Elsa sabe que forma parte de mis partes, que nos
merecemos todos los poemas que no he escrito, todas las canciones que jamás nos
abandonan, otros viajes, otros paisajes, otros premios y, sobre todo, que
merecemos este amor construido todos los días. Salud, mi ángel protector. Mi
Maritza, jamás Fugitiva.
Bogotá, mayo 4 de 2019
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El quinteto de la frágil memoria, Cangrejo Editores, 2012-2019 |
[1] Discurso pronunciado en la Feria del Libro de Bogotá, abril de 2019,
en el lanzamiento de Maritza la Fugitiva.
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