24 de marzo de 2010

CRONIQUILLAS: El pintor Filomeno Hernández —3— La trascendencia de un pintor



Sin título. Mixta sobre poliéster, 73 x 59.5 cm


La trascendencia de un pintor
Por Jorge Eliécer Pardo
La importancia de Filomeno Hernández radica, fundamentalmente, en su temática y en su técnica. Los temas no son anecdóticos, ni corresponden al decorado que llena las salas de exposiciones y las galerías. La temática de Hernández es el resultado de quien observa el mundo desde sus problemáticas, desde la desintegración. Sus paisajes son, entonces, producto de la observación de la angustia del hombre contemporáneo cuyo futuro se halla en el risco del abismo, en la antesala de la hecatombe. No se requiere un discurso estético e intelectual para entender, para ver estos episodios de explosión sensitiva en los grafitos de Hernández. No es la pintura catalogada como “bonita” como “llamativa”, no, es la pintura que cuestiona a quien la observa y que lo hace reflexionar sobre el sentido de ser hombre en una sociedad caotizada. No hay rostros definidos, ni hay el monstruosismo que tantos pintores utilizan para crear el discurso en el espectador. La ruptura de los esquemas es otro elemento primordial en su temática. El amor, el odio, la política y la muerte se hallan entremezclados, como la vida, en cada uno de los cuadros de Filomeno Hernández.

Sin título. Mixta sobre poliéster, 28 x 38 cm
Los bodegones y los acuarios, que tanto gustan a los consumidores del arte fácil, están presentados desde la óptica del desarraigo y la felonía. Las incontrolables máquinas que cosen y descosen el mundo surgen por muchas de sus obras haciendo con sus alargadas agujas y sus puntiagudas cabezas la burla y la ironía de quienes se acercan a la era de los robots y las computadoras. Y más allá, en la esquina o en el centro del discurso pictórico, se hallan las cifras, los números que marcan un hecho, un siglo, un aniversario, un secreto... la placa maldita de los hombres que van con dígitos desequilibrando el universo estético. El hombre, así, está retratado no desde la exterioridad sino desde el corazón, desde las vísceras de sus protagonistas. Porque poseemos ese otro paisaje interior que trata de ser explicado por el psicoanálisis pero que es reflejado en los cuadros de Hernández.


El visitante húmedo. Lápiz sobre poliéster
No hay que temerle a la podredumbre del alma o del espíritu o la belleza, porque encontrarla en los azules, los ocres o los negros que Filomeno atrapa, es reconocernos con ese otro rostro que se desdibuja más allá de la piel.
Guerreros, dictadores, animales, energías, máquinas y naturaleza viva que se extingue. Son sus personajes. Son sus obsesiones. Y se niega a que sean otros, no importa el rechazo, no importa el silencio de los colombianos. Porque se niega al idealismo fácil, al romanticismo barato, al paisajebucólico sin sentido. ¿Dónde se halla el discurso que deambula por sus grafitos, por sus óleos? Está en la persona que solitariamente puede encontrarse retratada en el interior de una sensación que muchas veces se convierte en sensualidad.
El erotismo es otro de sus temas. La mujer utilizada, masificada, sexualizada pero jamás amada. La problemática se hace evidente pero inevitable. Este pintor sin tiempo, sin escuelas ni maestros logra la integración del arte en sus temas y formas. Hay una belleza que llena la respiración... la belleza a la que no estamos acostumbrados, la que no nos da la televisión ni la publicidad. Es el equilibrio de lo que vemos y sentimos. El gusto por saber que detrás de cada cuadro estamos nosotros con la otra cara que no por deforme deja de ser hermosa.
Jorge Eliécer Pardo

Colombia, 1988

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