18 de julio de 2010

INVITADO: Carlos Orlando Pardo: El escritor Flaminio Rivera



EL ÁRBOL IMAGINADO DE CARLOS FLAMINIO RIVERA

Por: Carlos Orlando Pardo

El árbol imaginado de Carlos Flaminio Rivera tenía como título original La patria de las palmas, una breve novela que nos ubica en la época del virreinato. Pareciera reiniciarse aquí la aparentemente descontinuada novela de viajes, novela de viajeros, novela de aventuras. Porque en el fondo es eso, ubicada espacialmente entre Honda y Mariquita, lugares de la mayor parte de los hechos narrados en el libro, preciso por los días cuando se da comienzo a la famosa expedición botánica. Desarrolla entonces un punto neurálgico de nuestra historia como lo fueran los antecedentes de la Independencia que ahora se conmemora con bombos y platillos por sus doscientos años de ocurrida.
Oportuna la obra porque realmente el libro renombra realidades y se atreve a lo que Marín Barbero pedía de nuestra literatura que fuese sobre la memoria común. Y aquí la vemos reescrita, porque si bien es cierto trata de hechos aparentemente conocidos sobre la Expedición Botánica, se asumen desde la literatura bajo otra mirada, inclusive alcanzado en muchas ocasiones el tono y el lenguaje de la época con el aditamento diestro de lo erótico, lo poético en no pocos capítulos independientes de los intertextos que acompañan el libro y la búsqueda ya no del país de la canela como lo refería William Ospina sino el de la vainilla, la columna vertebral de las orquídeas, uno de las metas trazadas desde su viaje de España por don Emilio Estupiñan del Alto, su protagonista.
Narra de qué manera los españoles empiezan a tener conocimiento de hombres y plantas, paisajes y animales, secretos y rituales, al tiempo que los indígenas sufren y observan, colaboran y sueñan, se enferman y mueren por falta del oxígeno de la libertad, la que curiosamente estos peninsulares sabios traen en embrión como un gusano de seda. Introduce Carlos Flaminio Rivera su tema histórico tratado desde las penalidades de un itinerario para revelar el descubrimiento y el esplendor del conocimiento y la riqueza tanto de la tierra que se experimenta y vive como de las noticias y las ideas que llegan como un tesoro envueltos con cuidado en la supuesta inocencia de una petaca.

Nelson Ospina, Eduardo Santa, Carlos Orlando Pardo y Flaminio Rivera

El manejo poético y metafórico que se sucede a lo largo del relato es parte de su acierto, al tiempo que la estructura de su edificio narrativo va anunciando poco a poco, como una salida de sol, la riqueza de un tiempo que parece perdido entre más de dos siglos acaecidos desde esos años a hoy y que reiteramos tiene que ver con el embrión de la independencia bajo la más atrevida empresa científica y cultural de aquellos años.
Salvo Darío Ortiz Vidales en la novela No todos llegaron aquel viernes que esculca los treinta años anteriores al 20 de julio de 1810 y que se desenvuelve también entre Honda y Mariquita con un tema semejante, pero manejado desde lo épico, no se había escudriñado un pasaje tan decisivo en la construcción de nuestra nacionalidad.
De aquella travesía de don Emilio Estupián del Alto que termina en el embarcadero, donde comienza la novela, que se estaciona en el puerto, la villa de Honda de entonces, que viene de un paisaje sobre el río grande de la Magdalena infestada de caimanes y que se detiene inclusive en el antecedente de los comuneros, viene a ocurrirse el entresijo de chapetones nadando entre dos aguas para definir su vocación por la llamada madre patria o su convicción de las ideas sobre la libertad. Inclusive con la influencia de entonces en lo que el autor llama la rochela de los franceses, enemigos de España, portadores de ideas revolucionarias. El viaje se detiene en Mariquita, la patria de las palmas, sede de la expedición, mientras en Santa Fe Nariño va colocando las fauces de la imprenta donde se editarán Los Derechos del Hombre que vienen aguardando en la petaca.
La esencia de lo que creen los indios, sus dioses y su sabiduría sobre las plantas, van siendo develados en el diario de viaje de don Emilio Estupiñán del Alto como notario de fondo de la historia. Se pasean por estas páginas las mordeduras de serpiente, el guaco como remedio, el veneno de sapos mortales y las plantas salvadoras, las escenas donde los perros se comen los indios, las libélulas y las mariposas con su jugo de alas contra la tristeza. igualmente lo están las supuestas ideas diabólicas que empiezan a correr por los colegios de Santa Fe como una plaga y que darán origen a la insurrección y a la lucha por la independencia. La novela de Carlos Flaminio Rivera desentierra una época maravillosa y terrible y nos ofrece un grato reposo de aquellos libros encargados de la ruinosa actualidad donde el sicariato tiene su reino.
Examinando la obra del autor, vemos que existe un cambio notorio en su narrativa en relación a su búsqueda experimental que volvía ilegibles ciertos textos, los complicaba por su afán de innovaciones, de hallazgos, postura ciertamente válida, pero que aquí como en un regreso a lo clásico, sin abandonar sus atrevimientos, nos entrega un libro limpio, aleccionador y digno de leerse por el placer de su literatura, por las enseñanzas que nos deja, por la investigación que sobresale, puesto que de otra manera hubiera sido imposible el feliz resultado.
Debe señalarse que la novela aparece publicada en una hermosa edición de la Biblioteca Libanense de Cultura que hace ya siete años inició su marcha y alcanza treinta títulos, un hecho insólito si además agregamos que se trata de único municipio del país con estand propio en la Feria Internacional del Libro.
Jorge Eliécer Pardo y Flaminio Rivera, El Líbano, 2009


Carlos Flaminio Rivera nació en El Líbano, Tolima en 1960 y ha publicado los libros Sin puntos sobre las Íes, prosa poética, 1996; Cruentos adioses, relatos breves, 1999; La mirada sumergida y otros textos, 2001; Sudor de sueños y otros textos, cuentos, 2001; Las horas muertas, novela, 2005; La cita, 2008, novela incluida en la colección 50 novelas colombianas y una pintada de Pijo Editores y Caza de libros.

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