El pianista que llegó de Hamburgo[1]
De Jorge Eliécer Pardo
Por: Cecilia Caicedo Jurado de Cajigas
Doctora en Filosofía y Letras
Universidad Complutense de Madrid
Acercarse a la obra de un autor que regularmente
hemos leído porque su pluma nos gusta, es una tarea placentera pero complicada
al mismo tiempo, en atención a la asociación que registramos con el corpus anteriormente
publicado. Lo primero es ver las diferencias y los encuentros por aquello de la
unicidad de la voz, pero también porque de obra a obra afloran las rupturas.
Transcurridos varios años sin que Pardo nos beneficie
con otra obra, la lectura de El Pianista
despierta atención mayor. En efecto lo último que le leí y me gustó fue Los sin nombre, sin rostro, sin rastro,
premio nacional de cuento. Las diferencias de pluma no existen, Jorge Eliécer
continúa manejando su frase rápida y vibrante que viene de sus obras
anteriores.
Sin embargo el narrador en esta novela extensa, que
es parte de un entramado mayor, Quinteto en escritura, se mueve con otra
propiedad y otra intención. Desplazamiento de la voz narrativa, desde un
focalizador que cuenta el anecdotario pero que tiene la virtud de ceder el
ejercicio de contar su propia historia a cada uno de los personajes que al
interior de la diégesis se mueven. Y en este manejo avanza Pardo, porque sin
duda el narrador totalizador, que nunca permite el juego peligroso del fíctivo
autoral, es respetuoso de las instancias intermedias, posibilitando que cada
quien magnifique su dolor.
Y señalo lo relativo al dolor, que no es físico sino
interior, hecho de profundas reflexiones sobre el difícil camino de vivir
simplemente, se mide desde varios escenarios:
-a) Político aprehendido desde la guerrilla liberal
del Llano y su desmovilización con el gradante de la traición oficial de los
partidos tradicionales, en especial el rojo emblemático que había propiciado su
accionar político. De ello da cuenta cuando narra un narrador externo la
desmovilización de 3540 milicianos del Llano, y ahí con la figura icónica de
ese proceso de la historia política Guadalupe Salcedo que tres años después de
la entrega de armas, el Centauro del Llano, caía asesinado en Bogotá. Doloroso
testimonio histórico es el que vuelve a poner en escena Pardo: “Recalcó que a cambio de las armas a muchos
les entregaron en un taleguito de papel, una libra de frijol, una camisa, un
pantalón; a otros les dieron sobreros de paja enrollados, unos zapatos ordinarios,
una caja de fósforos, un paquete de cigarrillos, una libra de azúcar, unos
palillos; tanta lucha por tan poco”. Cita a la que sobra cualquier
comentario, porque no es una humorada sino testimonio ¿de la cotidianidad
“trascendental” de la guerra colombiana?
De otro lado está la presencia de Hitler y Eva
atormentándolo en sus sueños pesadilla porque Hendrick huye de Hamburgo y luego
bajo un bombardeo pierde su familia europea y será un abril en que pierde su
familia en la Bogotá incendiada el día 9 del 48. En la primera mitad del siglo
xx se producen los avatares de las guerras allá y acá, siendo los dos fenómenos
sangrientos los modificadores de la relación con el mundo de un hombre sensible
al arte, particularmente la música, específicamente el piano y las partituras
de Brahms, Bach, Mozart y los clásicos que dominaban la Europa de mitad de
siglo, teniendo como fondo el escenario de persecución y angustia.
-b) El dolor
igual se mide desde el plano socio cultural, cuando el fenómeno del desplazamiento
obliga a un alemán, Hendrik, dejar la Europa hitleriana para casarse años
después en Colombia con una italiana, Magdalena Massi, y aventurarse a un
infierno nuevo, el de la violencia colombiana.
-c) Pero igual
el dolor transcribe relaciones mucho más íntimas: como la locura final, el
abandono del alemán que se instala en Colombia, en función de huida y búsqueda
(diáspora entre Europa y América).

Este último numeral que exige para su existencia la
premisa de los anteriores se convierte en el eje temático de El pianista que llegó de Hamburgo. No es
una novela de amor o desamor, este sentimiento relacionante de importancia en
esta obra, funciona solo como intermediario para mostrar dos niveles: guerra-música. Los dos niveles de la
historia sucitan a su turno la relación sémica: huída-refugio. Que en el sustrato narrativo se expresan como: miedo-satisfacción.
Y la dualidad se va desarrollando hasta llegar a los
niveles íntimos: “parecemos vampiros,
sólo felices en la penumbra”. Y ahí está la clave de esta novela, que lee
el escenario político pero fundamentalmente cómo la guerra modifica al ser
humano, individual, íntimo, solitario y sin amparo. La guerra o cualquier tipo
de confrontación en las novelas no se ameritan simplemente por ser contados,
así la recontextualización logre sus propios objetivos. La novela tiene la
virtud de testificar pero especialmente de revelar. Y eso hace Jorge Eliécer
Pardo, revela el dolor íntimo, el peso de lo público que apabulla al sujeto
individual. Y en esto tiene tradición la narrativa de Pardo.

Pero Carlos Orlando priorizó el recuerdo familiar, el de los lazos profundos,
el formador en todos los términos de la educación sentimental. Y ese tema
vuelve a aparecer en la obra de Jorge Eliécer, señalando un claro cruce
temático. Hablando de un teatro emblemático de Bogotá del siglo XX, El Faenza,
recuerda El pianista que llegó de
Hamburgo: En esas mismas butacas había estado Carlos Arturo Aguirre —el
padre de Matilde— buscando en las películas algún anuncio de su prófuga María
Verónica. Allí había llorado su abandono y desamor. Con la cara dulce de Sofía
Alvarez, la actriz que creía suplantaba a María Verónica, se consolaba
volviendo a la casa de Egipto a abrazar a sus hijas Sofía y Matilde, también
abandonadas.
Interesante interrelación narrativa en la obra de los
hermanos escritores. Sucesos de la infancia y necesaria reinstalación de los
recuerdos asaltan las dos recientes novelas de los Pardo Rodríguez.
Cecilia Caicedo Jurado de Cajigas
Pereira, 19 de julio de 2012
La importante revista latinoamericana Corónica ha publicado un interesante ensayo sobre "El pianista que llegó de Hamburgo" de Cecilia Caicedo de Cajigas, doctora en literatura de la Universidad Complutense de Madrid. Aquí la pueden leer:
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