Por Jorge Eliécer Pardo
En el espacio íntimo de su apartamento fuimos convocados para tomar parte de" Reparación", el performance que la actriz colombiana María León Arias preparó como un ritual de duelo, invocación de los desaparecidos. De niños y niñas, hijos inmolados, recompuestos en el símbolo de la fragmentación sin olvido, convocados al círculo blanco que demarca el espacio sagrado del dolor.
Una madre, que son todas la madres sangrantes por el dolor de la ausencia y la rabia del despojo, se dedica a la ceremonia de la búsqueda y la reparación. De una burbuja, o de un río, o de un cambuche de plástico, los hijos, o sus partes, van siendo sembrados en el suelo de Colombia, en las nuevas tumbas simbólicas. Larga labor de duelo con la palabra y el cuerpo, la música y el recogimiento.
El mundo inocente de los niños nos hacen recoger (como espectadores actuantes) en el sentimiento que nos ha lacerado durante tantos años de guerra. Nos entrega pedazos, nos da la oportunidad de la dulce compañía de la ternura y la trascendencia de la muerte. Criaturas inocentes que deberían estar culumpiando sus cuerpos en una tarde de sol y no perdidos en la maraña de una violencia endémica.
Hay poesía en esa pieza artística, hay verdad, sin ostentaciones, sin aspavientos ni discursos. Hay dolor, ese que agobia a quienes creemos que los hijos de los otros son propios y que los desaparecidos son los nuestros. Nos comparte la compasión y la junta a la nuestra en ceremonia de silencios y cantos lastimeros, poemas y lágrimas.
El arte reparador identifica sin juzgar, sensibiliza una sociedad desvergonzada que permite el genocidio.
María León Arias viaja a España y Francia con sus hijos desaparecidos, reencontrados, vueltos a desaparecer; con su rostro de dolor, con su vestido salpicado con palabras. Lleva la voz de todos y remienda la memoria para que el dolor no entre nunca más en el orificio que le queda al olvido.
Jorge Eliécer Pardo
© Fotos de JEP
Publicar un comentario